BIENES DE INTERES CULTURALEstacion De La Sabana Bogotá
Calle 13 No. 18 - 24
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Lunes a Viernes: 8:30 am - 5:30 pm
Sabados: 8:00 am - 5:00pm
Jornada Continua La Estación de la Sabana de Bogotá es una construcción de estilo neoclásico, sede de la estación central del Ferrocarril de la Sabana de Bogotá y de los Ferrocarriles Nacionales de Colombia (FNC). Fue inaugurada el 20 de julio de 1917, durante el gobierno de José Vicente Concha. Se ubica sobre la calle Trece o Avenida Centenario con carrera Dieciocho, en el barrio El Listón de la localidad de Los Mártires, en la zona sur del Centro de la ciudad. Durante la primera mitad del siglo XX fue un importante polo de desarrollo hacia el occidente de la ciudad. Debido al deterioro del sector y la decadencia del Ferrocarril de la Sabana, compañía operadora que desapareció en 1991, el edificio ha sufrido toda una serie de daños. En la actualidad, aunque no cumple con su función de central de transporte férreo de la ciudad, la recuperación del edificio se encuentra incluida en el plan de renovación urbana del sector.

Historia
El edificio se construyó por el incremento del transporte de carga y de pasajeros entre la capital y el río Magdalena, respondiendo a un proyecto que se venía desarrollando desde el siglo XIX. De hecho, en 1908 se empalmaron los trayectos férreos entre Bogotá y Facatativá, pasando por el barrio San Victorino, Puente Aranda y Fontibón, y entre esta y el puerto fluvial de Girardot, siendo relevante el hecho de que hasta 1924 los pasajeros se viesen en la necesidad de cambiar de tren a medio camino, pues las distancias entre los rieles de las dos partes del trayecto presentaban una diferencia de 0,91 cm.
La Estación fue diseñada por Mariano Santamaría y se construyó entre 1913 y 1917 por el ingeniero inglés William Lidstone y representó una inversión de 750.000 pesos oro de la época. La decoración y ornamentación estuvieron a cargo del escultor suizo Colombo Ramelli. Este edificio remplazó la vieja estación construida en 1887 para la inauguración del ferrocarril entre Bogotá y Facatativá, pasando a ser la estación central de todas las líneas hacia la capital.
En 1953, la red del Ferrocarril de la Sabana comprendiendo el Ferrocarril del Occidente con seis estaciones, el del Sur con cinco,el del Norte con cuatro, el del Nordeste con ocho, y el del Oriente con apenas una. Su extensión en ese momento, que a la postre constituiría su máximo desarrollo, era de 200 km.
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En 1954 se modificóprofundamente la estructura interna del edificio, eliminándose los elementos decorativos. En esta reforma se añadieron dos plantas, y se modificó la fachada. Solo se mantuvo el diseño original del vestíbulo. Tiempo después se demolió el ala oriental.
El inmueble fue declarado monumento nacional por el decreto 2390 del 26 de septiembre de 1984, debido a su importancia histórica y cultural. La edificación, sin embargo, no ha cesado de deteriorarse, y la liquidación de los Ferrocarriles Nacionales de Colombia en 1991 consolidó la crisis del inmueble.
Tren turistico de la Sabana EL Tren Turístico de la Sabana es el tren ideal para planes familiares, planes empresariales, planes turísticos para extranjeros en Colombia.
El tren está conformado por una locomotora a vapor que tracciona catorce (14) coches con una capacidad total de 580 pasajeros, cómodamente sentados con sillas reclinables y giratorias. Nuestras instalaciones se encuentran ubicadas en Bogotá.
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El recorrido del Tren de la Sabana: la mejor manera de conocer la Sabana de Bogotá
Aquí podrás vivir una maravillosa experiencia realizando un viaje placentero a bordo del medio de transporte más importante que existió en Colombia desde principios del Siglo XX, hasta finales de los años setenta. Podrás disfrutar y conocer la belleza de los paisajes, los atractivos turísticos de la Sabana de Bogotá y sus poblaciones aledañas.
Esta atracción funciona únicamente los sábados, domingos y festivos. Puedes tomar el tren desde la estación de la Sabana a las 8:40 a.m o en la estación de Usaquén a las 9:30 a.m. El recorrido de ida dura aproximadamente dos horas hasta llegar a Zipaquirá, donde tendrás una hora para conocer este municipio.
Posteriormente, te lleva a la Catedral de Sal de Zipaquirá o a la Mina de Sal de Nemocón. Te espera mientras realizas el recorrido y luego te traslada a Cajicá para almorzar y retomar el tren de vuelta a Bogotá, donde estarás llegando a las 5:40 p.m aproximadamente.
El cementerio Central Domingo a domingo de 8:00 a.m a 4:30 p.m.El Cementerio Central de Bogotá es el cementerio más antiguo y reconocido en la ciudad de Bogotá, Colombia.1 Fue construido por Pío Domínguez y Nicolás León, según los planos de Domingo Esquiaqui y puesto en servicio en 1836 por el gobernador Rufino Cuervo, bajo la presidencia de Francisco de Paula Santander.2 La portada fue obra de Julián Lombana en 1905,3 algunos de los mausoleos han sido construidos por reconocidos escultores como Pietro Tenerani y Césare Sighinolfi. El cementerio se encuentra ubicado en la localidad de Los Mártires, frente a la Avenida El Dorado con carrera 20. Por su significado histórico, valor arquitectónico y cultural fue declarado Monumento Nacional por el decreto 2390 del 26 de septiembre de 1984.
HistoriaEn todas las colonias españolas, los ciudadanos conservaron hasta el siglo XIX la costumbre de enterrar a los muertos en las iglesias.5 La primera iniciativa para la construcción de cementerios en las afueras de las ciudades fue la ley primera de 1787 emitida por el rey Carlos III, aunque esta no fue acogida sino hasta mucho tiempo después.
El Cementerio Central fue proyectado inicialmente por solicitud emitida el 11 de abril de 1791 por el virrey José Manuel de Ezpeleta1 y reiterada en 1804,6 con los planos elaborados por el ingeniero y militar español Domingo Esquiaqui, quien llegó a Bogotá para ayudar a la reconstrucción de la ciudad después del terremoto de 1785. Sin embargo, este no se comenzó a construir sino hasta 1832. Previo a la construcción de este cementerio, el hospital San Juan de Dios tuvo a su cargo el cementerio "La Pepita", puesto en servicio en 1793 por el Arzobispo de Bogotá, pero por su connotación pública generó rechazo en la clase alta de la ciudad.1
El alcalde ordinario de segunda nominación Buenaventura Ahumada Gutiérrez solicitó al Cabildo en 1822 la disposición de un terreno para la construcción del cementerio.7 Buenaventura Ahumada, quien era jefe político con funciones de policía en la ciudad,8 fue el primer ciudadano enterrado en el Cementerio Central.9 Finalmente el 15 de octubre de 1827 Simón Bolívar firmó un decreto en el cual prohibía los entierros en los templos de la ciudad y la construcción de un cementerio,10 este decreto fue ratificado por el intendente de Cundinamarca Pedro Alcántara Herrán.
El cementerio fue construido por Pío Domínguez y Nicolás León al lado de las instalaciones de los súbditos ingleses, al costado sur de la vía que conducía a Fontibón.1 Fue puesto en servicio en 1836 por el gobernador Rufino Cuervo, bajo la presidencia de Francisco de Paula Santander e inicialmente se le llamó Cementerio Universal.11 No obstante, el cementerio ya se venía utilizando como tal desde 1832.1
La capilla del Cementerio se construyó en 1839, financiada por el arzobispo Fernando Caicedo y Flórez.5 En 1856 el cementerio pasa de manos del gobierno a ser administrado por la Iglesia Católica, pero solo seis años más tarde regresa a manos de la autoridad civil y poco después pasa a ser administrado por una Junta Especial.12 En 1888 se construye la galería exterior y entre 1904 y 1905 se le solicitó al arquitecto bogotano Julián Lombana la elaboración de una portada que reemplazara la original, la cual fue adornada por una estatua del dios del tiempo Cronos que tiene a su lado derecho un reloj de arena y al izquierdo una guadaña.13 La estatua fue modelada y vaciada en cemento por el escultor suizo Colombo Ramelli.
El 9 de abril de 1948 en el cementerio se recibieron los cuerpos de cientos de personas que fallecieron durante El Bogotazo, los cuales fueron enterrados en la zona del actual Parque El Renacimiento.2 Entre 1948 y 1956 se construyeron cuatro bóvedas en el sector occidental del cementerio y se conformaron los tres globos que conforman el conjunto.15 La resolución 003 del 12 de marzo de 1982 propuso al Cementerio Central como Monumento Nacional de Colombia y en 1984 recibió este título a través del decreto 2390 del 26 de septiembre de 1984.16
En 2000 se construyó el parque El Renacimiento en el globo C del cementerio, como un escenario recreativo para la ciudad.17 En 2007 la responsabilidad de la administración del cementerio fue asignada por el Distrito Capital a la Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos (UAESP), a través del Decreto 557 del 27 de noviembre de 2007.18 Recientemente en el sector del cementerio se adelantaron las obras de construcción de la troncal de TransMilenio por la Calle 26. La obra en la avenida, que se tenía originalmente programada para mayo de 2011,19 se finalizó completamente un año después,20 siendo inaugurada el 29 de junio de 2012.21 Desde este sistema de transporte se tiene acceso al cementerio a través de la Estación Centro Memoria y se espera que también tenga acceso a través de la futura Estación Central
DESCRIPCION DEL CEMENTERIO El Cementerio Central está ubicado entre las calles 24 y 26 y desde la transversal 17 hasta la carrera 22, en la localidad de Los Mártires de Bogotá. El cementerio se construyó contiguo a las instalaciones de la Legión británica que apoyó la independencia, otorgadas en 1829 y que posteriormente se destinaron al cementerio de los súbditos ingleses.23 El conjunto del cementerio se divide en tres zonas, denominadas globos e identificadas con letras de la siguiente manera:24 el globo A constituye el sector antiguo del cementerio, el globo B es el sector en donde se encuentran las bóvedas y el globo C eran fosas comunes para muertos N.N. y actualmente es el Parque El Renacimiento. La transversal 20 y la carrera 22 se encuentran en medio de los tres globos que conforman el cementerio.

El globo A tiene una elipse de bóvedas que fueron los límites originales del cementerio y que en 1878 se adaptaron al trazado de damero de la ciudad, dividiéndolo en dos partes: la elipse interior y el trapecio externo.15 En este sector hay tumbas tanto en mausoleos como en bóvedas ubicadas en la elipse y en los muros externos a dos o tres niveles. En el acceso a la elipse interior se encuentra la portada diseñada por Julián Lombana en 1904, la cual tiene 10 metros de altura, tiene un arco que se encuentra enmarcado en dos pilastras de orden toscano, sostienen un frontón con la siguiente inscripción "Expectamus resurrectionem mortuorum" (Esperamos la resurreción de los muertos) y está coronado con una estatua del dios Cronos elaborada por Colombo Ramelli en 1906, el cual apoya en su brazo derecho un reloj de arena en actitud de espera representando la caída del tiempo y en su mano izquierda una guadaña, herramienta de la cosecha que simboliza la muerte.

Al ingresar se camina por el camellón central o pasillo de los expresidentes, encontrando inicialmente una escultura en bronce que representa a La Piedad, elaborada por el escultor Ermenegildo Luppi en Roma en 1928. Esta escultura fue elaborada por solicitud familiar en memoria de José Ignacio Lago Álvarez, un joven colombiano que murió ahogado en la ciudad de Hamburgo en ese mismo año y fue donada posteriormente al cementerio para ubicarla en su alameda principal.15 Al finalizar el callejón se encuentra la Capilla Central del cementerio y el cenotafio en honor del fundador de la ciudad Gonzalo Jiménez de Quesada, ubicado en el lugar en donde estuvieron sus restos hasta 1938, cuando se trasladaron a la Catedral. Hacia los costados oriental y occidental, la elipse contiene otros doce pasillos internos que la dividen en 17 zonas de mausoleos y el trapecio se subdivide en cuatro zonas, debidamente separadas por calles.

En el globo B, ubicado al lado occidental del sector principal se destacan la cuatro bóvedas que se identifican como San Joaquín, San Juan, San Jerónimo y San Javier. Este globo se conoció también como el cementerio de los pobres y en él se destinó un sector para la construcción del "Parque de la Reconciliación" por parte del distrito capital.27 En él se inauguró el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación el 6 de diciembre de 2012, el cual posee un monumento conformado por un monolito de tres pisos con cien ventanas en su fachada, un auditorio con capacidad para 310 personas, una gran sala de exposiciones y diferentes aulas múltiples.28 Finalmente el globo C se construyó el 9 de abril de 1948 con los acontecimientos de El Bogotazo como fosas comunes para muertos N.N. y desde el 2000 se construyó en este globo el Parque El Renacimiento, en donde se destaca una escultura de bronce donada por Fernando Botero llamada 'Hombre a caballo'.
El conjunto funerario se complementa con los cementerios británico al costado oriental, y el alemán al costado occidental del Cementerio Central, los cuales representan un patrimonio cultural de la ciudad, por los aportes que han realizado estas comunidades establecidas en el país.
LOS MILAGROS Y LEYENDAS DEL CEMENTERIO CENTRAL
El Cementerio Central tiene sus fantasmas: unos que no espantan en las noches sino que, con el rezo adecuado, curan males de salud, protegen criminales y salvan negocios.
El lunes es un día agitado en el Cementerio Central de Bogotá. Isidro Barrantes implora para conciliar el sueño, Carlos Bojacá para que su hermana le devuelva una parte de su herencia, Blanca Carmona para quedar embarazada, Julia Rendón para que sus hijas tengan salud siempre. No le piden a Dios en la capilla. Le piden a santos populares en sus tumbas. Y lo hacen el lunes por ser el día de las almas en pena.
El Cementerio Central tiene la forma de un óvalo y existe hace 181 años. Cuando lo contruyeron quedaba a las afueras de Bogotá, pero con el tiempo la ciudad fue rodeándolo hasta dejarlo en su centro, sobre el comienzo de la Avenida 26, aquella que conecta el oriente con aeropuerto El Dorado.
El arco que forma el enorme portón de entrada da a un corredor con mausoleos de políticos importantes en el medio. Allí están enterrados el ex presidente Enrique Olaya Herrera, el ex dictador Gustavo Rojas Pinilla y el candidato presidencial asesinado Luis Carlos Galán. Se camina en medio de obras imponentes, algunas de mármol gris o de granito ladrillo, todas cuarteadas por el tiempo. Una del lado derecho tiene ataditos de pequeñas flores moradas en sus seis tumbas. Otra tiene un ramo de rosas rosa, y otra más, algunos claveles rojos que deben estar allí desde hace tres días.
Después de pasar doce mausoleos de ilustres nacionales, al final del corredor, hay una capilla. Sus paredes blancas de cal, y su tapete limpio y rojo aterciopelado, contrastan con el ambiente desolado que se percibe afuera. Al lado derecho, debajo de dos pinos que orientan a los devotos, se encuentran los santos populares más rezados del cementerio: Leo Sigifredo Kopp, las hermanitas Bodmer y Julio Garavito.
El cervecero milagroso
Leo Sigifredo Kopp fue un alemán que llegó a Colombia, y no sólo fundó la cervecería Bavaria, sino que también -en tiempos donde eran escasos los servicios públicos-, construyó el barrio La Perseverancia -con agua potable y energía eléctrica- para todos sus trabajadores. Le profesan tanta fe que ya tiene su propia oración con tintes masónicos:
“Señor Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo,
Creador inefable y gran arquitecto del universo,
que nos diste el Siervo de Leo. S. Kopp…”
Leo Sigifredo nació en Offenbach, Alemania, y llegó a Santander, Colombia, según Horacio Rodríguez, estudioso de la inmigración alemana en Santander, porque “perteneció a una generación de jóvenes europeos de grandes iniciativas y deseosos de realizar en su país y en el exterior, proyectos de vastos alcances”, y para la época -1880- se rumoraba que el país ofrecía buenas oportunidades de progreso. Estas condiciones y los contactos que tenía con otros alemanes que ya vivían en los Estados Unidos de Colombia (nombre del país en ese momento), lo condujeron a América.
Se instaló en El Socorro, un pueblito cercano a Bucaramanga. Allí fundó Fenicia, un importante almacén de su tiempo. Después instaló, en una esquina de la plaza del pueblo, la fábrica de cervezas Cervecería Alemana Kopp & Cía. Un tiempo después se trasladó a Bogotá donde el 4 de abril de 1889, fundó finalmente la “Kopp’s Deutsche Brauerei Bavaria”.
La fábrica quedaba en la Carrera 13 con Calle 30, en el barrio que mucho tiempo después tomó su nombre: el Parque Central Bavaria. En el terreno montañoso más cercano, Leo Kopp compró –en 1894– 200 “varas cuadras” para construir las casas de sus trabajadores. Pero al contrario de lo que muchos piensan, no se las regaló: se las descontaba de sus salarios.
“…nos diste el Siervo de Leo. S. Kopp” sigue la oración que le dedican sus fieles:
“una persona que ayudó mucho a sus trabajadores pobres
y a los campesinos comprándoles siempre a buenos precios sus cosechas de cebada.
Y otras buenas obras, aún siendo de origen judío en unos tiempos muy difíciles”
Su mausoleo es un rectángulo gris, protegido por una reja negra bajita abierta en el centro para poder entrar. En él están enterrados también su esposa Mary Castello y sus hijos Guillermo y Juanita Kopp. En sus placas se pueden ver las inscripciones: “que nos de tranquilidad y prosperidad, amen”, “leer Juan 15:7 y éxodo 20”, y una más grande que las otras: “cuide de todos los ladrones”. Sobresale una estatua humana dorada, de un hombre flaco, demacrado de la que muchos creen que es el mismo Kopp. No es así. Es en verdad una copia de la famosa escultura El Pensador de Rodin, sólo con una pequeña diferencia: tiene la cara de Bolívar. Leo Kopp tenía en realidad una cara regordeta, y lucía una barba prominente. En ocasiones, vestía de traje de paño a rayas y sombrero de ala corta. El escultor español Victorio Macho, autor de la escultura, vino a Colombia en 1939 a traer la de Rafael Uribe Uribe, hoy instalada en el Parque Nacional. Es muy probable que en ese viaje también haya traído la escultura que hoy posa en el mausoleo Kopp.
Dice Carlos Bojacá, creyente de 63 años, que a Leo S. hay que pedirle un favor a la vez. Y en el oído izquierdo, porque en vida escuchaba poco. Sólo cuando ya le haya cumplido uno, puede pedirle el otro, continúa diciendo Carlos, quien antes le rezaba por un milagro para su mujer y ahora para que su hermana le devuelva la parte de la herencia que le corresponde. El milagro para su mujer, efectivamente se cumplió: ella llevaba 18 años trabajando en la Clínica de la Mujer y no la iban a pensionar. Después de pedirle con mucha fe, y cumplirle la promesa de llevarle flores, la mujer salió pensionada.
“…te pedimos con toda la confianza que nos dan los diversos favores recibidos por tus devotos
Que han susurrado sus peticiones en el oído de tu estatua de bronce
Durante muchas décadas,
Los cuales se han visto favorecidos con el cumplimiento de lo pedido por su intercesión”
Un lunes, frente a su mausoleo, hay una fila de unas 15 personas. Hay una señora bajita de unos 60 años, pelo corto y teñido de negro. Mira al frente y susurra alguna oración. Detrás hay una persona que no parece mujer, lleva jeans y el pelo largo y café claro, recogido. Se para sostenida en un pie y cruza los brazos. Detrás de ella, hay un anciano de pantalones y zapatos cafés y una chaqueta azul oscura. Avanza con dificultad, y mantiene la mirada altiva. Al rato llega una joven de piernas gruesas y chaqueta abullonada, con gafas oscuras y el pelo apretado en una moña. Lleva cinco rosas rojas y parece más inquieta que los demás. Después llega una pareja con su hija de unos 6 años. Ella lleva jeans oscuros, botas altas negras y chaqueta de cuero del mismo color. Tendrá unos 35 años. Su pareja parece más joven, y lleva un abrigo de terciopelo veteado de blanco y marrón. Mientras uno de ellos está en su turno hablándole al oído a la estatua, todos ellos miran al suelo, cruzan los brazos, esperan en silencio. Cada uno va poniéndole ramos de flores: astroemelias amarillas y rojas, rosas rosadas y blancas. Se las ponen en las manos, en el cuello, en las piernas.
Detrás de la fila, y de una mesita de madera cubierta por un mantel desgastado, de tela raída que fue blanca, se encuentra un cura falso dando misa. Delgado, bajito, ojos redondos y verdes y piel descascarada por el frío. Recita en voz alta los nombres de las personas que han hecho ofrecimientos y oraciones a Kopp. Lee de un cuaderno escrito a mano que parece tener varios años de uso, y a veces le toca detenerse un poco antes de pronunciar la siguiente sílaba porque se le enredan las palabras. La fila de devotos le da la espalda y muy pocos responden a sus salmos.
MTA -como se hace llamar- da esta especie de misa en este lugar hace 7 años. Al final, reparte entre sus feligreses la “oración por el alma de Leo Kopp” y que al final indica: “se rezan tres Padrenuetros, un Avemaría y una Salve por nueve lunes, mandando a celebrar la Santa Misa Comunitaria”.
Él, como tantos otros autoproclamados sacerdotes de la fe popular que oran en el Cementerio Central, no está certificado por la iglesia católica. Eso asegura el sacerdote Alexander Rojas, este sí ordenado y encargado de las misas dominicales. No tiene más de 27 años, y se prepara para su misa de las 10 de la mañana. Tiene el pelo peinado con gel, la nariz recta y los ojos oscuros. Mientras pone encima de su camisa a cuadros y sus jeans una sotana blanca, me dice:
-Son ortodoxos o romanos, pero tienen derecho. La libertad de culto está amparada en la Constitución, entonces uno qué les puede decir.
De cervecero a milagroso, a Leo S. Kopp le piden ahora favores que tienen que ver con la salud, el trabajo, recuperar algo perdido, y hogares que estén por desintegrarse. “Aseguran muchísimas personas que sus peticiones han sido cumplidas a cabalidad”, recita la pequeña reseña que hay en el papel de su oración.
“…estaremos siempre agradecidos a Ti Señor Dios y al Siervo de Dios Leo S. Kopp,
ya que estamos seguros se encuentra disfrutando de tu gloriosa mansión celestial.
Amén”
Las misteriosas hermanitas Bodmer
Al final del corredor central del cementerio, a mano derecha en toda la esquina, y también bajo los dos pinos que orientan a sus visitantes, se encuentra el mausoleo de las cuatro hermanitas Bodmer. La historia de estas tres niñas es la más difícil de encontrar. No hay más que rumores de cómo murieron: nada en los archivos, nada en las academias y bibliotecas.
Su mausoleo es una pequeña montaña de cemento pintado de blanco que cubre los cajones de mármol del mismo color donde reposan sus cuerpitos. En su cima, se erige la estatua dorada de dos de ellas: Elvira y Victoria, casi en tamaño natural. Es por esto que quedan más altas de quienes les rezan. La estatua del lado derecho está arrodillada y mira hacia arriba a la cara de su hermana que está de pie. Esta última levanta su mano izquierda y señala con su dedo índice al cielo. Las dos tienen el cabello suelto y ondulado, y tienen un vestido a la rodilla muy parecido. “Fueron las delicias del hogar”, dice en su mausoleo.
Muchas personas se arriman al pie de la reja que las protege. Allí les hacen su petición, y les dejan “colombinas y bombones”. Una joven de cabello negro y largo, con jeans claros y blusa fucsia se empina para intentar ponerle a la niña que está de pie un caramelo en la boca. Lo humedece con su boca para que se pegue a la estatua. Pero no es posible. Entonces una mujer mayor, regordeta y bajita le dice:
-Pongáselo entonces en la manito.
Como ellas, muchas mujeres y hombres, piden a las hermanas protección y salud para sus hijos. Escuchando el sonido lejano de los cantos de la misa que se celebra en la capilla del cementerio, Sandra Barbosa agradece el favor recibido de las hermanas. Tenía un problema de salud en el cuello de su matriz y los médicos dijeron que no podía quedar embarazada. Hoy espera un bebé.
El Cementerio Central es de dos manzanas de grande, y en toda esta extensión, son muy pocas las tumbas o mausoleos que tienen estatuas. Es muy probable que estas hermanitas hayan sobresalido por esto y por el curioso dato de que murieron el mismo año -1903-, con un día de diferencia. Muchos dicen que son gemelas, sin advertir que una es mayor por un año, según sus obituarios. Hablando con el padre Alexander Rojas de la creencia en estas hermanitas milagrosas, me dice:
-Eso es superstición de la gente.
Mientras continúa vistiéndose para dar la misa, esta vez poniéndose la estola, el padre me cuenta que la fe popular es una malinterpretación de la fe cristiana. Es una fe desvirtuada, dice. Pero que, de todos modos, es importante como base para hacer un cambio. “La fe cristiana es diferente, es una fe de compromiso y responsabilidad frente a la justicia y los derechos humanos”, dice como si me estuviera dictando una lección.
De esta fe popular nacen dos rumores de cómo murieron las hermanas. El más recurrente entre sus adoradores es que murieron quemadas. Su mamá las dejaba encerradas en una pieza, y allí las alcanzó un incendio. La otra razón, menos difundida, es que fallecieron de una enfermedad en la sangre y que una madre cuyo hijo tenía este mismo mal, les pidió por su recuperación, y ellas le cumplieron. El niño misteriosamente se curó. Puede ser por esta historia que madres y padres les piden por la salud de sus hijos.
Ambos rumores se fueron regando entre los visitantes del cementerio y cada vez más gente llegó a rezarles.
-Yo les rezo por la niña de mi socito- dice Eber volteando a mirar a una niña de unos cinco años, menuda y con el pelo enroscado que estaba al lado de su padre, un hombre evidentemente drogado. -También les rezo por mi hijo que tiene 12 años.
Terminaba de fumarse un porro cuando me dijo esto. Luego miró atento a las estatuas, destapó un bombón y se empinó para alcanzar a ponerlo en la mano de una de las estatuas
Por no saber cómo murieron, o más aún, por suponer que murieron quemadas, por pensar erradamente que son gemelas, porque fallecieron con un día de diferencia, porque son niñas y tienen una estatua, los devotos populares piden favores y milagros a las infantes.
El santo del hampa
De Julio Garavito es la cara impresa en el azul billete de 20 mil pesos colombianos. Y es tal vez esta una causa de la veneración que se le profesa a su tumba en el Cementerio Central. Fue ingeniero civil, matemático puro y director del Observatorio Astronómico Nacional y ahora lo adoran muchos ladrones, travestis y prostitutas.
Aún siendo muy joven, descifró correctamente las posiciones espaciales por las que -34 años después, en 1910- pasaría el cometa Halley. Hizo numerosos estudios que publicaba en la revista que después dirigió: Anales de Ingeniería. En 1902, junto a algunos familiares y amigos, conformó el grupo Círculo de los Nueve Puntos, para discutir e intentar resolver problemas matemáticos y científicos. También estudió ciencias sociales, el estado de las finanzas en el país, las crisis económicas por las guerras. Fue un hombre muy reconocido nacional e internacionalmente, en especial cuando en 1970 la NASA le asignó su nombre a uno de los cráteres de la cara oculta de la luna.
-A él se le pide prosperidad y dinero y buena suerte en los negocios- dice Deyanira Carreño.
A diferencia de los mausoleos de Kopp y de las hermanitas Bodmer, esta es una tumba. Su cuerpo yace solo. Y no tiene estatua. Su lugar de muerte es un rectángulo de cemento gris, rodeado de cuatro bolardos en cada esquina e inclinado en la parte superior de donde se desprende una columna trunca, cortada en diagonal. En este corte se ve tallado el cometa Halley.
Frente a la columna dos mujeres le rezan. Una tiene un billete de 20 mil doblado y lo frota en la columna del cometa y cierra los ojos mientras susurra su petición. La otra no detiene el movimiento de su mano con el billete, mientras mira al piso con los ojos aguados. Inscritos sobre su tumba están otros ruegos: “Julio ayúdame a dilatar las deudas y concédeme buen trabajo”, “intercede por mí para que mi negocio progrese”, “que lleguen a mi negocio buenos clientes con mucha plata”.
Detrás de los dos floreros de piedra que tiene fijos en tumba, está escrito: GARAVITO 1865 – 1920. Y delante arden cuatro atados de velas azules, a pesar de que está prohibido entrarlas al cementerio. La cera derretida de días anteriores se riega más allá de la tumba y la tumba está manchada de hollín.
En ese momento, llega Pamela a pedirle que nunca le falte la plata. Hace unos años, ella era un hombre, hoy es una mujer negra con la piel de su cara llena de una base que intenta cubrirle los cañones de pelos que le salen de su barbilla. Sus ojos están delineados de azul y negro, y su pelo largo está teñido de rubio. Muy convencida, me dice:
-Si uno le reza a Garavito, nunca le falta el billete de 20 en el bolso.
A los espíritus en general siempre les pide por protección, que la “libren de todo mal y peligro”. “Nosotros estamos en situación de peligro”, asegura Pamela. Pero fue Kopp quien le cumplió poderse hacer las cirugías necesarias para cambiar de sexo. Ahora tiene dos senos grandes que muestra en un amplio escote.
Más tarde, desde el mausoleo de las hermanitas Bodmer, llega Eber, quien ahora me confiesa:
-Es que la verdad, yo soy ladrón. Entonces a veces yo le traigo fajos grandes de billetes de 20 y se los froto todos.
Los lunes vienen además “todos los del Santa Fé” dice Poveda, el vigilante de la entrada. Se refiere al barrio que limita con el Cementerio Central y hogar de prostíbulos y ollas de drogas. Él los requisa pero si encuentra drogas o un arma “no se les puede decir nada, lleva uno las de perder”.
-Viene mucho marihuanero- agrega en voz baja, mientras mira a su alrededor.
A las 3 de la tarde, mientras las señoras frotaban el billete de 20 en la columna, había un joven abrigado con un saco de dos o tres tallas más que la suya. Con su mano derecha quitaba las semillas, “pelaba” la marihuana que tenía en su mano izquierda. Se veía la hierba verde, medio seca. Había tirada una tarjeta empresarial rasgada a los lados, lo que significa, según Pamela, que han usado los pedacitos para hacer los filtros de los baretos. A las cinco de la tarde había tantos chicos en parches que ya daba miedo ir hasta la tumba.
La muerta que adoraban a su lado, y que fue otra de las razones por las que ahora veneran a Garavito, era la de “Salomé Muñoz de Parra”. Esta señora fue “una mujer del pueblo que murió el 5 de septiembre de 1955 en olor de santidad”. En 1971, cuando este campo santo aún permanecía abierto en las noches, esta tumba era la más visitada y de la que aseguran que a media noche emanaban llantos y lamentaciones alcanzaban un acento delirante.
En una pequeña alcancía dos mujeres recogían la limosna de quienes pedían milagros a la señora:
-Eso era un invento chimbo, como la gente es tan guevona, soltaba la platica- dice Julio Cordero, tallador de lápidas de las decenas de marmolerías que hay en las afueras del cementerio.
“Todo el mundo se comió el cuento y por esto les fue tan bien que pudieron comprar un lote en el óvalo central -donde están los políticos- que era costoso y difícil de conseguir”. Esto me lo contaban, entre risas y bromas sobre los santos populares, tres señores mayores en su pequeño local lleno de losas. Unas que no han terminado de tallar, otras listas reposando junto a un escritorio diminuto en el que escasamente se instalaba uno de ellos. Al verlos no queda duda de que son hermanos.
Uno de los tres, Jorge Cordero, explica que como este local hay más de cincuenta y todos están allí, sobre la Carrera 20, desde que en 1956 el alcalde de entonces, Fernando Mazuera, construyó la Calle 26 y los reubicó. Hay también locales de flores atendidos por mujeres. Con las que conversé aseguraron que tampoco creen en los santos populares. “Yo creo es en nuestro Señor y en la Virgen”, dijo una de ellas.
A la tumba de Salomé Muñóz de Parra ya llegaba tanta gente que los propietarios de los mausoleos vecinos se quejaron y reclamaron hasta que al fin exhumaron sus restos y los pasaron al cementerio del sur. Muchos de sus devotos quedaron sin santo a quien rezarle, y poco a poco fueron fijándose en el muerto del lado: Julio Garavito.
Santos populares, una construcción de la gente
Al Cementerio Central la gente con su devoción lo volvió sagrado. Antes no era así: para quienes vivían en 1828, cuando Bolívar mandó a construirlo, era un lugar profano. Nadie quería enterrar a sus seres queridos allí, pues siempre lo habían hecho dentro de iglesias y conventos. Todo empezó a cambiar cuando Santander decidió enterrar el cadáver de su hijo en este cementerio, dando ejemplo al pueblo.
Para los años cincuenta, tiempos de gran violencia en el país, empezó ya en el Cementerio Central la difusión de la adoración a santos populares. Este período concuerda con el aumento de migrantes del campo a la ciudad, que traían consigo su fe popular. Hacia 1970 el culto a santos hechizos se afianzó y fue cuando se volvieron masivos los rezos a Salomé. Julio Garavito apareció recientemente en la escena de la fe popular y hay santos más consolidados como Leo Kopp y las niñas Bodmer. Muchos bogotanos hacen un recorrido por los tres, van del mausoleo de las hermanas, al de Kopp y por último pasan a la tumba de Garavito. Algunos llegan directo a él. Pero lo que sí es cierto es que, quien le reza a Kopp, le reza antes a las Bodmer.
-Cambian a Dios por los espíritus- dice con cierto desazón Ricardo, uno de los tenderos del frente del cementerio
Los jueves, cuando la gente no adora a sus santos populares, las tumbas están tan solas, tan desoladas que ya dan miedo. Las palomas llegan atravesando el viento frío y se les escuchan sonidos que los lunes no se perciben. Las flores que pusieron el lunes ya están marchitándose, algunas están caídas, a algunas sólo les queda el tallo. Así pues, a los santos populares no les queda más que esperar a que sea lunes otra vez.
*Carolina Jiménez es estudiante de la Maestría en periodismo del CEPER. Esta nota se produjo en la clase Géneros II.
El Centro de Memoria, Paz y Reconciliaciónhorario
9:00 am a 6:30pmes un espacio en el corazón de Bogotá D.C. para la promoción de ejercicios de memoria histórica colectiva que permitan el reconocimiento de los derechos de las víctimas y la construcción de paz, impulsando una cultura de democracia y garantía de los derechos humanos.
El Centro se concibe como un espacio público abierto a toda la ciudadania, para incentivar la comprensión de las causas y consecuencias de la violencia política y el conflicto armado en Colombia, desde mediados del siglo XX, y sus expresiones en Bogotá y en la región central.

El Centro de Memoria se ha venido construyendo apartir de un proceso participativo de aportes ciudadanos y de organizaciones sociales y de víctimas que culminó con un memorial fundacional; este cuenta con cientos de documentos, videos, testimonios, fotografías bases de datos y decenas de miles de registros de víctimas. Todo lo entregado se encuentra representado por puñados de tierra contenida es pequeños tubos e insertados en la estructura monumental que se eleva 18 metros en la obra arquitectonica.
La idea de construir un Centro de Memoria fue gestada durante años en el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz). Cobró vida en enero de 2008 cuando el presidente de Indepaz –Camilo González Posso- la presentó a la entonces secretaria de Gobierno de la ciudad, Clara López Obregón, para que se incluyera en el Plan de Desarrollo que apenas se estaba formulando.
Pocos minutos después de escuchar la presentación y la opinión de sus asesores allí presentes, Clara se convirtió en la gestora del proyecto: “Este es el proyecto del Bicentenario. Va en el Plan de Desarrollo”. Y así fue, en junio el Concejo de Bogotá incluyó la creación del “Centro del Bicentenario de Memoria, Paz y Reconciliación” como una de las metas del Plan de Desarrollo 2008-2012. La persistencia de la secretaria de Gobierno entre 2009 y 2011 y de la Administración del Alcalde Gustavo Petro para el período 2012-2015, permitieron sortear trámites, déficits y dificultades, para que en diciembre de 2012 se entregara a la ciudad y a Colombia esta obra emblemática de la memoria histórica para la paz.
El grupo de trabajo inicialmente conformó varios sitios para la ubicación del Centro de Memoria, comenzando por los espacios disponibles en la Basílica del Voto Nacional y los predios ubicados al lado de la Plaza de las Nieves “Eduardo Umaña Mendoza”, en la carrera octava con calle 20. Pero se volvió al Parque de la Reconciliación, antiguo lote B del Cementerio Central, gracias a la insistencia del concejal Fernando Rojas. En el Plan Director del Parque, diseñado por el arquitecto Rogelio Salmona, se había reservado un espacio para un centro cultural y, con unos metros más de largo y de ancho, se escogió este sitio para la construcción del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación. La creación del Parque de la Reconciliación había sido aprobada mediante Acuerdo 174 de 2005, firmado por el alcalde Luis Eduardo Garzón, como un espacio de “memoria histórica” en reconocimiento a las víctimas de la violencia política; así que la ubicación del Centro de Memoria en estos predios acoge el espíritu que animó al Concejo de Bogotá.
CONCEPTO ARQUITECTONICOEs la estructura más visible del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación. Es un homenaje a la vida, a las víctimas y a la esperanza de un futuro en paz. Desde su dimensión arquitectónica fue construido en materiales inspirados en la técnica de la “tierra pisada”, utilizada en Colombia desde tiempos de la Colonia y que en esta obra simboliza la “tierra sembrada de memoria”, que emerge para recordarnos la tierra como elemento clave de las violencias, los conflictos y las luchas sociales en Colombia y los millones de personas desterradas y despojadas de su territorio como resultado de la violencia sistemática que ha padecido Colombia en las últimas siete décadas.
Revisten sus paredes, cien ventanas que caen como las lágrimas de esta sociedad sumida en la violencia, pero que también son fuentes de luz que llegan al Centro de Memoria para rendir homenaje a las víctimas y sus sueños y para irradiarnos en el presente los aprendizajes necesarios para la construcción de una sociedad justa.
El memorial está habitado por puñados de tierra aportados por la ciudadanía a lo largo de tres años depositados en 2012 tubos de vidrio que se encuentran incrustados en sus paredes y simbolizan más de cuarenta mil registros de personas víctimas de asesinatos, desapariciones y miles testimonios entregados con la “tierra sembrada de memoria”